jueves, 15 de mayo de 2014

Satanismo en la obra del Duque de Rivas


Seguimos analizando la obra del Duque de Rivas, ahora desde la jornada quinta, refiriéndonos al satanismo que hay en la obra. En esta última parte de la obra, que pone punto y final a la historia entre los amantes Don Álvaro y Doña Leonor, nos situamos en el monasterio de Los Ángeles donde nuestro protagonista se encontraba, escondiéndose de Don Alfonso, bajo la identidad de "Padre Rafael".

En el siguiente fragmento se puede observar el gran recelo que siente el hermano Melitón hacia Don Álvaro y que lo comparte con el Padre Guardián:


H. MELITÓN. Ya, eso sí... Pero, la verdad, siempre que lo miro me


acuerdo de aquello que V. Rma. nos ha contado muchas

veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de

cuando se hizo fraile de nuestra orden el demonio, y que

estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me

ocurre si el P. Rafael será alguna cosa así... pues tiene

unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos...



Ya refiriéndonos al tema que nos compete, el satanismo, la primera prueba de tal se nos muestra en boca de Don Alfonso, quien pregunta a Melitón por el padre Rafael y, al encontrarse en el convento dos con el mismo nombre, éste primero le responde:

DON ALFONSO

El del infierno.



Lleno de rencor y venganza a causa de la muerte de su padre y hermano, Don Alfonso intenta mostrar toda su rabia y dolor con palabras duras hacia Don Álvaro e intentar remover su conciencia por los crímenes que lleva en su espalda y el deshonor que ha causado en la familia de su querida amada, Leonor:

DON ALFONSO

¿No encontráis en mi semblante

rasgo alguno que os recuerde

de otro tiempo y de otros males?

¿No palpita vuestro pecho,

no se hiela vuestra sangre,

no se anonada y confunde

vuestro corazón cobarde

con mi presencia?... O, por dicha,

¿es tan sincero, es tan grande,

tal vuestro arrepentimiento,

que ya no se acuerda el padre

Rafael de aquel indiano

don Álvaro, del constante

azote de una familia

que tanto en el mundo vale?

¿Tembláis y bajáis los ojos?

Alzadlos, pues, y miradme.



Don Álvaro se siente abatido tras las duras acusaciones de Don Alfonso, pero no se deja vencer. Por encima de todo está su honor. El acusado llega a rechazar el juego de espadas que Don Alfonso quiere comenzar alegando que está totalmente desligado de la violencia y todo lo que se relacione con tal:

DON ALFONSO

(Resuelto.)

De estas dos espadas, una

tomad, don Álvaro, luego;

tomad, que en vano procura

vuestra infame cobardía

darle treguas a mi furia.

Tomad...

DON ÁLVARO

(Retirándose.)

No, que aún fortaleza

para resistir la lucha

de las mundanas pasiones

me da Dios con bondad suma.

¡Ah! Si mis remordimientos,

mis lágrimas, mis confusas

palabras, no son bastante

para aplacaros; si escucha

mi arrepentimiento humilde

sin caridad vuestra furia,

(Arrodíllase.)

prosternado a vuestras plantas

vedme, cual persona alguna

jamás me vio...

DON ALFONSO

(Con desprecio.)

Un caballero

no hace tal infamia nunca.

Quien sois bien claro publica

vuestra actitud, y la inmunda

mancha que hay en vuestro escudo.

DON ÁLVARO

(Levantándose con furor.)

¿Mancha?...¿Y cuál?... ¿Cuál?

DON ALFONSO

¿Os asusta?

DON ÁLVARO

¡Mi escudo es como el sol limpio,

como el sol!

DON ALFONSO

¿Y no lo anubla

ningún cuartel de mulato,

de sangre mezclada, impura?

DON ÁLVARO

(Fuera de sí.)

¡Vos mentís, mentís, infame!

Venga el acero; mi furia

(Toca el pomo de una de las espadas.)

os arrancará la lengua,

que mi clara estirpe insulta.

Vamos.

DON ALFONSO

Vamos.


Aunque Don Álvaro está decidido a no entrar en su juego, Don Alfonso toca la fibra sensible del inca alegando que su sangre mezclada es impura, lo que origina el enfrentamiento final de la obra:

DON ÁLVARO

(Furioso y recobrando toda su energía.)

¿Qué hiciste?... ¡Insensato!

Ya tu sentencia es segura:

¡Hora es de muerte, de muerte!

¡El infierno me confunda!



Otra muestra del satanismo es el siguiente ejemplo , en el que se relaciona la palabra "heces" con el término religioso "cáliz" en boca de Don Alfonso:

DON ALFONSO

Ahora tienes que escucharme,

que has de apurar, ¡vive el cielo!,

hasta las heces el cáliz.



En el siguiente fragmento vemos cómo Don Álvaro vuelve a ser el mismo hombre caracterizado por su valentía y fuerza, dando credibilidad a los recelos y a la poca confianza que Don Melitón tiene hacia él, ya que lo ve como alma que lleva el diablo, impura y con un pasado incierto:

HERMANO MELITÓN.- (Saliéndole al paso.) ¿Adónde bueno?

DON ÁLVARO.- (Con voz terrible.) ¡Abra la puerta!

HERMANO MELITÓN.- La tarde está tempestuosa, va a llover a mares.

DON ÁLVARO.- Abra la puerta.

HERMANO MELITÓN.- (Yendo hacia la puerta.) ¡Jesús!... Hoy estamos de marea alta... Ya voy... ¿Quiere que le acompañe?... ¿Hay algún enfermo de peligro en el cortijo?...

DON ÁLVARO.- La puerta, pronto.

HERMANO MELITÓN.- (Abriendo la puerta.) ¿Va el padre a Hornachuelos?

DON ÁLVARO.- (Saliendo con DON ALFONSO.) ¡Voy al infierno!


Escena VIII

HERMANO MELITÓN

¡Al infierno!... ¡Buen viaje!

También que era del infierno

dijo, para mi gobierno,

aquel nuevo personaje.

¡Jesús, y qué caras tan...!

Me temo que mis sospechas

han de quedar satisfechas.

Voy a ver por dónde van.


El hermano Melitón hace gesto de sus sospechas de que Don Álvaro y Don Alfonso están llenos de rencor, de venganza, y, sobre todo, endemoniados, añadiendo como significativas estas aclaraciones totalmente satánicas:


Un olorcillo han dejado

de azufre... Voy a tocar

las campanas.


Las sospechas de Don Melitón acerca de la representación del diablo en ambos personajes se hace real en el momento en el que Doña Leonor es herida de muerte por Don Alfonso al verse éste engañado por su propia hermana y Don Álvaro:

DON ALFONSO.- ¡Ves al último de tu infeliz familia!

DOÑA LEONOR.- (Precipitándose en los brazos de su hermano.) ¡Hermano mío!... ¡Alfonso!

DON ALFONSO.- (Hace un esfuerzo, saca un puñal, y hiere de muerte a LEONOR.) ¡Toma, causa de tantos desastres, recibe el premio de tu deshonra!... Muero vengado. (Muere.)


Al finalizar la obra podemos observar la imagen más satánica de toda la obra, representada por Don Álvaro, cuyo dolor al ver que su amada ha muerto le ha vuelto loco, sin saber que durante su estancia en el convento estuvo con ella sin saberlo. Decide suicidarse y así acabar con su trágica vida, en la que no ha vivido más que sufrimientos y dolor, vestido con los atuendos del Padre Rafael:

DON ÁLVARO.- (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso, dice.) Busca, imbécil, al padre Rafael... Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador... Huid, miserables.






TODOS.- ¡Jesús, Jesús!

DON ÁLVARO.- Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción...! (Sube a lo más alto del monte y se precipita.)




Bibliografía:

Lectura de Don Álvaro o la fuerza del sino, Duque de Rivas.















lunes, 12 de mayo de 2014

Falsa identidad. Don álvaro o la fuerza del sino


Todo comienza en una pelea en la que se encuentra Don Carlos, de la que Don Álvaro, conocido hasta entonces como Don Félix de Avendaña, lo salva de una muerte segura.

Después de salvarlo, Don Álvaro es elogiado y considerado como un gran soldado por Don Carlos, quien no sabe que ése mismo hombre fue el causante de la muerte de su padre, el Marqués de Calatrava.

Desde que llegué

a Italia, sólo elogiaros

y prez de España llamaros

por donde quiera escuché.

Y de español tan valiente

anhelaba la amistad.



Tras una batalla, Don Álvaro sale herido y necesita atención médica. Cuando por fin despierta del desmayo descubre que Don Carlos le ha salvado la vida, por lo que Don Álvaro culpa a éste por haberlo hecho sin saber el deseo suyo de morir para dejar de sufrir.

El joven Don Álvaro empieza a despertar del desmayo nombrando al señor Calatrava, padre de Don Carlos, lo que a este deja muy inquietante y dudoso al ya empezar a sospechar sobre la identidad de su supesto amigo Don Féliz de Avendaña.

Al sentir que la vida se le iba, Don Álvaro, bajo el nombre de Don Félix de Avendaña, le pide un favor a Don Carlos que consistía en coger una llave que se encontraba en un bolsillo del atuendo del malherido la cual abría una caja que estaba dentro de la maleta de Don Álvaro. En dicha caja habia una foto de Doña Leonor, con lo que la falsa identidad de Don Álvaro sería descubierta por el hermano de ésta, Don Carlos, que hasta entonces lo consideraba amigo y compañero suyo. Pero éste no descubriría la verdad hasta que su enemigo muriera ya que esa era la condición que le habia dado Don Álvaro: abrir la caja en caso de que muriera.

Al rato, Don Carlos sale de la tienda donde se encontraba Don Álvaro agonizando. Éste se siente en la obligación de no abrir la caja hasta que su supuesto amigo muriera y así preservar su propio honor, pero también siente el deseo de terminar con esa duda que le atormenta: si su defensor, Don Félix de Avendaña es o no el hidalgo que deshonró a su familia intentando huir con su hermana Doña Leonor tras haber matado a su padre, ya que el acusado de esto, al ir despertándose del desmayo, nombra al Marqués de Calatrava entre sueños.

¿Ha de morir...-¡qué rigor!

tan bizarro militar?

Si no lo puedo salvar

será eterno mi dolor,

puesto que él me salvó a mí.

Y desde el momento aquel

que guardó mi vida él,

guardar la suya ofrecí.

(Pausa.)

Nunca vi tanta destreza

en las armas, y jamás

otra persona de más

arrogancia y gentileza.

Pero es hombre singular,

y en el corto tiempo que

le trato rasgos noté

que son dignos de extrañar.

(Pausa.)

¿Y de Calatrava el nombre

por qué así le horrorizó

cuando pronunciarlo oyó?...

¿Qué hallará en él que le asombre?

¡Sabrá que está deshonrado!...

Será un hidalgo andaluz...

¡Cielos!...¡Qué rayo de luz

sobre mí habéis derramado

en este momento!...Sí.

¿Podrá ser éste el traidor,

de mi sangre deshonor,

el que a buscar vine aquí.



Al final, sus dudas pudieron con su honor y Don Carlos abrió la caja, encontrando la foto de su hermana Doña Leonor y descubriendo los engaños de Don Álvaro. Pensó en matarlo. Tras meditarlo con calma, decide esperar a que Don Álvaro se recupere de sus heridas y así combatir en una lucha justa y limpia para poder recuperar su honor al no haber hecho caso de la promesa que le hizo, hasta entonces, a Don Félix de Avendaña.

Mas... ¡ah!..., no me precipite

mi honra, cielos, ofendida
.

Guardad a este hombre la vida

para que yo se la quite.




Bibliografía:

Lectura de Don Álvaro o la fuerza del sino, Duque de Rivas.



Monólogo acerca de la vida por Don Álvaro


Nos situamos en la jornada tercera, capítulo tercero.

Don Álvaro se siente abatido tras su propio destino, sin fuerzas para continuar con la terrible carga que es, para él, el ambiente vital corto pero a la vez eterno por tan horrible que es.

Don Álvaro compara la vida con una cárcel de la que, por más que quiera, no puede huir, solamente podrá librarse de ella cuando llegue el momento de la visita de la muerte y así acabar con su sufrimiento, que es el de vivir.

¡qué calabozo profundo

para el hombre desdichado

a quien mira el cielo airado

con su ceño furibundo!



El transcurso del tiempo debilita cada segundo a Don Álvaro, de ahí su rendimiento hacia seguir viviendo.

Parece, sí, que a medida

que es más dura y más amarga,

más extiende, más alarga

el destino nuestra vida.



El protagonista, dentro de su monólogo existencial acerca de su vida infeliz, nos habla también de dos tipos de personas: la primera es la persona feliz, la cual lo tiene todo en la vida y está satisfecho de ella, apartando a un lado la idea de abandonarla, pero que, finalmente, se le es arrebatada en su mejor momento vital. Y luego está él, persona infeliz que, por más que ansía el momento de su muerte, más larga es la llegada de su final.

Al que tranquilo, gozoso,

vive entre aplausos y honores,



y de inocentes amores 

apura el cáliz sabroso;

cuando es más fuerte y brioso,

la muerte sus dichas huella,

sus venturas atropella;

y yo, que infelice soy,

yo, que buscándola voy,

no pudo encontrar con ella.



Don Álvaro hace memoria de sus orígenes, en los cuales recae toda la culpa de su desdichada vida, sobre todo en el momento de su nacimiento, cuando empezó a sufrir.

Entre bárbaros crecí,

y en la edad de la razón,

a cumplir la obligación

que un hijo tiene, acudí;

mi nombre ocultando, fui

(que es un crimen) a salvar

la vida, y así pagar

a los que a mí me la dieron,

que un trono soñando vieron

y un cadalso al despertar.



A continuación, vemos cómo nuestro protagonista recuerda su tierra,Sevilla, la que recuerda con gran cariño antes de que allí mismo su destino cambiara para siempre:

¡Sevilla! ¡Guadalquivir!

¡Cuál atormentáis mi mente!...

¡Noche en que vi de repente

mis breves dichas huir!...



También habla de la idea equivocada que tienen todos de él, acerca de su bravura y valentía, ya que todo eso no es más que una imagen creada erróneamente por su deseo de morir para dejar de sufrir.

Llámanme la prez de España,

y no saben que mi ardor

sólo es falta de valor,

pues busco ansioso el morir

por no osar el resistir

de los astros el furor.



El monólogo finaliza con la desesperación de Don Álvaro al ver que sus enemigos caen en los brazos de la muerte y él sigue a la espera:

Si el mundo colma de honores

al que mata a su enemigo,

el que lo lleva consigo,

¿por qué no puede...?





Bibliografía:

Lectura de Don Álvaro o la fuerza del sino, Duque de Rivas.









































¡Acción!

Sean muy bienvenidos queridos lectores.

Con esta bienvenida da comienzo mi blog "El teatro es vida".
Mi propósito es poder aclarar algunos aspectos sobre varias obras de la Literatura Española importantes, interesantes y curiosos para así entender mejor la intención de nuestros autores al escribir sus obras y presentarlas al público, tanto escrita como teatralmente.

Espero que mi blog sea de vuestro agrado.

Maria Teresa Lustres Moreno.