Seguimos analizando la obra del Duque de Rivas, ahora desde la jornada quinta, refiriéndonos al satanismo que hay en la obra. En esta última parte de la obra, que pone punto y final a la historia entre los amantes Don Álvaro y Doña Leonor, nos situamos en el monasterio de Los Ángeles donde nuestro protagonista se encontraba, escondiéndose de Don Alfonso, bajo la identidad de "Padre Rafael".
En el siguiente fragmento se puede observar el gran recelo que siente el hermano Melitón hacia Don Álvaro y que lo comparte con el Padre Guardián:
H. MELITÓN. Ya, eso sí... Pero, la verdad, siempre que lo miro me
acuerdo de aquello que V. Rma. nos ha contado muchas
veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de
cuando se hizo fraile de nuestra orden el demonio, y que
estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me
ocurre si el P. Rafael será alguna cosa así... pues tiene
unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos...
Ya refiriéndonos al tema que nos compete, el satanismo, la primera prueba de tal se nos muestra en boca de Don Alfonso, quien pregunta a Melitón por el padre Rafael y, al encontrarse en el convento dos con el mismo nombre, éste primero le responde:
DON ALFONSO
El del infierno.
Lleno de rencor y venganza a causa de la muerte de su padre y hermano, Don Alfonso intenta mostrar toda su rabia y dolor con palabras duras hacia Don Álvaro e intentar remover su conciencia por los crímenes que lleva en su espalda y el deshonor que ha causado en la familia de su querida amada, Leonor:
DON ALFONSO
¿No encontráis en mi semblante
rasgo alguno que os recuerde
de otro tiempo y de otros males?
¿No palpita vuestro pecho,
no se hiela vuestra sangre,
no se anonada y confunde
vuestro corazón cobarde
con mi presencia?... O, por dicha,
¿es tan sincero, es tan grande,
tal vuestro arrepentimiento,
que ya no se acuerda el padre
Rafael de aquel indiano
don Álvaro, del constante
azote de una familia
que tanto en el mundo vale?
¿Tembláis y bajáis los ojos?
Alzadlos, pues, y miradme.
Don Álvaro se siente abatido tras las duras acusaciones de Don Alfonso, pero no se deja vencer. Por encima de todo está su honor. El acusado llega a rechazar el juego de espadas que Don Alfonso quiere comenzar alegando que está totalmente desligado de la violencia y todo lo que se relacione con tal:
DON ALFONSO
(Resuelto.)
De estas dos espadas, una
tomad, don Álvaro, luego;
tomad, que en vano procura
vuestra infame cobardía
darle treguas a mi furia.
Tomad...
DON ÁLVARO
(Retirándose.)
No, que aún fortaleza
para resistir la lucha
de las mundanas pasiones
me da Dios con bondad suma.
¡Ah! Si mis remordimientos,
mis lágrimas, mis confusas
palabras, no son bastante
para aplacaros; si escucha
mi arrepentimiento humilde
sin caridad vuestra furia,
(Arrodíllase.)
prosternado a vuestras plantas
vedme, cual persona alguna
jamás me vio...
DON ALFONSO
(Con desprecio.)
Un caballero
no hace tal infamia nunca.
Quien sois bien claro publica
vuestra actitud, y la inmunda
mancha que hay en vuestro escudo.
DON ÁLVARO
(Levantándose con furor.)
¿Mancha?...¿Y cuál?... ¿Cuál?
DON ALFONSO
¿Os asusta?
DON ÁLVARO
¡Mi escudo es como el sol limpio,
como el sol!
DON ALFONSO
¿Y no lo anubla
ningún cuartel de mulato,
de sangre mezclada, impura?
DON ÁLVARO
(Fuera de sí.)
¡Vos mentís, mentís, infame!
Venga el acero; mi furia
(Toca el pomo de una de las espadas.)
os arrancará la lengua,
que mi clara estirpe insulta.
Vamos.
DON ALFONSO
Vamos.
Aunque Don Álvaro está decidido a no entrar en su juego, Don Alfonso toca la fibra sensible del inca alegando que su sangre mezclada es impura, lo que origina el enfrentamiento final de la obra:
DON ÁLVARO
(Furioso y recobrando toda su energía.)
¿Qué hiciste?... ¡Insensato!
Ya tu sentencia es segura:
¡Hora es de muerte, de muerte!
¡El infierno me confunda!
Otra muestra del satanismo es el siguiente ejemplo , en el que se relaciona la palabra "heces" con el término religioso "cáliz" en boca de Don Alfonso:
DON ALFONSO
Ahora tienes que escucharme,
que has de apurar, ¡vive el cielo!,
hasta las heces el cáliz.
En el siguiente fragmento vemos cómo Don Álvaro vuelve a ser el mismo hombre caracterizado por su valentía y fuerza, dando credibilidad a los recelos y a la poca confianza que Don Melitón tiene hacia él, ya que lo ve como alma que lleva el diablo, impura y con un pasado incierto:
HERMANO MELITÓN.- (Saliéndole al paso.) ¿Adónde bueno?
DON ÁLVARO.- (Con voz terrible.) ¡Abra la puerta!
HERMANO MELITÓN.- La tarde está tempestuosa, va a llover a mares.
DON ÁLVARO.- Abra la puerta.
HERMANO MELITÓN.- (Yendo hacia la puerta.) ¡Jesús!... Hoy estamos de marea alta... Ya voy... ¿Quiere que le acompañe?... ¿Hay algún enfermo de peligro en el cortijo?...
DON ÁLVARO.- La puerta, pronto.
HERMANO MELITÓN.- (Abriendo la puerta.) ¿Va el padre a Hornachuelos?
DON ÁLVARO.- (Saliendo con DON ALFONSO.) ¡Voy al infierno!
Escena VIII
HERMANO MELITÓN
¡Al infierno!... ¡Buen viaje!
También que era del infierno
dijo, para mi gobierno,
aquel nuevo personaje.
¡Jesús, y qué caras tan...!
Me temo que mis sospechas
han de quedar satisfechas.
Voy a ver por dónde van.
El hermano Melitón hace gesto de sus sospechas de que Don Álvaro y Don Alfonso están llenos de rencor, de venganza, y, sobre todo, endemoniados, añadiendo como significativas estas aclaraciones totalmente satánicas:
Un olorcillo han dejado
de azufre... Voy a tocar
las campanas.
Las sospechas de Don Melitón acerca de la representación del diablo en ambos personajes se hace real en el momento en el que Doña Leonor es herida de muerte por Don Alfonso al verse éste engañado por su propia hermana y Don Álvaro:
DON ALFONSO.- ¡Ves al último de tu infeliz familia!
DOÑA LEONOR.- (Precipitándose en los brazos de su hermano.) ¡Hermano mío!... ¡Alfonso!
DON ALFONSO.- (Hace un esfuerzo, saca un puñal, y hiere de muerte a LEONOR.) ¡Toma, causa de tantos desastres, recibe el premio de tu deshonra!... Muero vengado. (Muere.)
Al finalizar la obra podemos observar la imagen más satánica de toda la obra, representada por Don Álvaro, cuyo dolor al ver que su amada ha muerto le ha vuelto loco, sin saber que durante su estancia en el convento estuvo con ella sin saberlo. Decide suicidarse y así acabar con su trágica vida, en la que no ha vivido más que sufrimientos y dolor, vestido con los atuendos del Padre Rafael:
DON ÁLVARO.- (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso, dice.) Busca, imbécil, al padre Rafael... Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador... Huid, miserables.
TODOS.- ¡Jesús, Jesús!
DON ÁLVARO.- Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción...! (Sube a lo más alto del monte y se precipita.)
Bibliografía:
Lectura de Don Álvaro o la fuerza del sino, Duque de Rivas.