lunes, 12 de mayo de 2014

Monólogo acerca de la vida por Don Álvaro


Nos situamos en la jornada tercera, capítulo tercero.

Don Álvaro se siente abatido tras su propio destino, sin fuerzas para continuar con la terrible carga que es, para él, el ambiente vital corto pero a la vez eterno por tan horrible que es.

Don Álvaro compara la vida con una cárcel de la que, por más que quiera, no puede huir, solamente podrá librarse de ella cuando llegue el momento de la visita de la muerte y así acabar con su sufrimiento, que es el de vivir.

¡qué calabozo profundo

para el hombre desdichado

a quien mira el cielo airado

con su ceño furibundo!



El transcurso del tiempo debilita cada segundo a Don Álvaro, de ahí su rendimiento hacia seguir viviendo.

Parece, sí, que a medida

que es más dura y más amarga,

más extiende, más alarga

el destino nuestra vida.



El protagonista, dentro de su monólogo existencial acerca de su vida infeliz, nos habla también de dos tipos de personas: la primera es la persona feliz, la cual lo tiene todo en la vida y está satisfecho de ella, apartando a un lado la idea de abandonarla, pero que, finalmente, se le es arrebatada en su mejor momento vital. Y luego está él, persona infeliz que, por más que ansía el momento de su muerte, más larga es la llegada de su final.

Al que tranquilo, gozoso,

vive entre aplausos y honores,



y de inocentes amores 

apura el cáliz sabroso;

cuando es más fuerte y brioso,

la muerte sus dichas huella,

sus venturas atropella;

y yo, que infelice soy,

yo, que buscándola voy,

no pudo encontrar con ella.



Don Álvaro hace memoria de sus orígenes, en los cuales recae toda la culpa de su desdichada vida, sobre todo en el momento de su nacimiento, cuando empezó a sufrir.

Entre bárbaros crecí,

y en la edad de la razón,

a cumplir la obligación

que un hijo tiene, acudí;

mi nombre ocultando, fui

(que es un crimen) a salvar

la vida, y así pagar

a los que a mí me la dieron,

que un trono soñando vieron

y un cadalso al despertar.



A continuación, vemos cómo nuestro protagonista recuerda su tierra,Sevilla, la que recuerda con gran cariño antes de que allí mismo su destino cambiara para siempre:

¡Sevilla! ¡Guadalquivir!

¡Cuál atormentáis mi mente!...

¡Noche en que vi de repente

mis breves dichas huir!...



También habla de la idea equivocada que tienen todos de él, acerca de su bravura y valentía, ya que todo eso no es más que una imagen creada erróneamente por su deseo de morir para dejar de sufrir.

Llámanme la prez de España,

y no saben que mi ardor

sólo es falta de valor,

pues busco ansioso el morir

por no osar el resistir

de los astros el furor.



El monólogo finaliza con la desesperación de Don Álvaro al ver que sus enemigos caen en los brazos de la muerte y él sigue a la espera:

Si el mundo colma de honores

al que mata a su enemigo,

el que lo lleva consigo,

¿por qué no puede...?





Bibliografía:

Lectura de Don Álvaro o la fuerza del sino, Duque de Rivas.









































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