La obra de Laila Ripoll reflexiona sobre lo que ocurrió y se negaron a contarnos durante la posguerra española.
El encierro al que se ven sometidos estos niños huérfanos en ese desván, sitio escogido para denuciar la violencia sobre los más débiles, provoca la reflexión sobre lo que ocurrió en la España de la posguerra, sumisa en la represión y el hambre, en el poder y la violencia, renegadora de las jóvenes generaciones, de las entidades arropadas por la mitad de la población española, la necesidad de cumplir el deber moral de identificar y enterrar a los muertos
En el ámbito teatral, se utilizan los mismo discursos que en la obra narrativa pero el resultado no es el mismo: los actores expresan la situación trágica, que se aborda en la obra acerca de los menores, a través de sus movimientos, sus formas de expresión... ; mientras que e
n lo que respecta a la Narrativa, hay que apreciar la importancia del discurso historiográfico para ayudar a la interpretación de la situación en la que estos niños despojados de cariño y bienes se encuentran.
Con este recurso la dramaturgia intenta traer al presente
Estos niños, que no poseen ningún juguete con el que poder distraer su mente de la situación trágica que están viviendo, juegan a disfrazarse y a los trenes. Pero el esparcimiento de las locomotoras y vagones, si bien comienza como una inocente propuesta, acaba siendo el recuerdo
de la pérdida. Los trenes han dejado de evocar aventuras y viajes, ahora son el espacio de la prisión, un desfile de inmolados que van o vienen de los campos de exterminio:CUCA ¿Y si jugamos a los trenes, que es muy emocionante? […]
LÁZARO […] ¡Atención, atención, el destacamento hospicio al tren!
Chaca chaca cham piiii, piiii. […]
CUCA ¡Tengo sed!, ¡quiero agua!
LÁZARO ¡Atención, atención: No hay más agua ni más sardinas hasta
llegar a Madrid! Chaca chaca chaca.
CUCA [… Y pasaban los días y las noches. Y dos sardinas con un
vaso de agua. Hacía mucho frío. Olalla se murió y olía muy mal. Luego
se murió Antón, entonces olía peor. Nos arrimábamos a una ventanita
que había, muy alta, muy alta, para poder respirar. […] Gritamos tanto
que no se podía dormir ni nada de nada. Luego, al cabo de unos
días, ya gritábamos menos. […] Y pasaban los días y no llegábamos
a ninguna parte. […] Entonces abrió la puerta un guardia civil y dijo
«¡Qué mal huele!», y dijimos: «Es que se han muerto unos niños».
Lo cotidiano de los juegos se ve alterado por lo siniestro de una
situación imposible que terminó volviéndose tristemente normal.
Lo que más puede trascender ante los espectadores es el carácter
familiar con que se cuentan los hechos, la teatralización de los
sucesos que están en el bagaje histórico, aquello que se sabe
por los testimonios de los sobrevivientes.
Los niños perdidos son personajes sin vida. Cuando el espectador
descubre sus muertes, esos juegos que eternizaban, funestos por
la ferocidad y por la virulencia naturalizada, pasan a convertirse en
doblemente siniestros; ahora son cuerpos ausentes, desaparecidos
en el fragor de una guerra que lo cubre todo. Los niños interactúan
hasta el final de la obra con Tuso, y aunque viven en su imaginación
también asisten a la visión de los espectadores, todos son obligados
a reconocer la fatalidad: los niños han sido asesinados. La Sor
empujó a Cuca por la ventana, Lázaro y Marqués fueron golpeados
hasta que se desangraron, y Tuso, el único sobreviviente, fue quien
situación imposible que terminó volviéndose tristemente normal.
Lo que más puede trascender ante los espectadores es el carácter
familiar con que se cuentan los hechos, la teatralización de los
sucesos que están en el bagaje histórico, aquello que se sabe
por los testimonios de los sobrevivientes.
descubre sus muertes, esos juegos que eternizaban, funestos por
la ferocidad y por la virulencia naturalizada, pasan a convertirse en
doblemente siniestros; ahora son cuerpos ausentes, desaparecidos
en el fragor de una guerra que lo cubre todo. Los niños interactúan
hasta el final de la obra con Tuso, y aunque viven en su imaginación
también asisten a la visión de los espectadores, todos son obligados
a reconocer la fatalidad: los niños han sido asesinados. La Sor
empujó a Cuca por la ventana, Lázaro y Marqués fueron golpeados
hasta que se desangraron, y Tuso, el único sobreviviente, fue quien
se vengó de la monja:
TUSO ¡Y yo no quería!
¡Pero cuando vi que empujaba al crío por la
ventana y que se liaba a palos con vosotros
con esa saña…! ¡Me entró
un coraje…! ¡Así que até una
cuerda de lado a lado de la escalera y
esperé a que bajara! ¡Y cuando
llegó a mi altura… la empujé! ¡No se cayó sola,
la tiré yo! […] Luego vi que ya no respiraba,
así que escondí la cuerda y fui a quitarle las
llaves para sacaros de aquí […] No me dejaron ni
acercarme […] Y yo seguí todo el rato
«Que hay dos niños, que hay dos niños» pero
nadie me hacía caso. Pa mí que sabían con el pastel
objetivos: primero, informar al público de los hechos y los nombres históricos vinculados a las expropiaciones. Segundo, un golpe de efecto en los espectadores, ya que la presentación de los
personajes del régimen se hace más terrible cuando es trasmitida por los niños, cuando de sus voces salen las mismas sentencias que los condenaron.
LÁZARO ¿Quién sois?
TODOS ¡La organización juvenil!
LÁZARO ¿Qué queréis?
TODOS ¡La España una, grande y libre!
LÁZARO ¿Qué os sostiene?
TODOS ¡La sangre de nuestros caídos!
LÁZARO ¿Quién os guía?
TODOS El caudillo
LÁZARO ¿Qué os mueve?
TODOS ¡El recuerdo de José Antonio!
LÁZARO ¿cuál es vuestra disciplina?
TODOS ¡La Falange!
LÁZARO ¿Cuál es vuestra consigna?
TODOS Por el Imperio hacia Dios
LÁZARO ¿Cuál es vuestro grito?
TODOS ¡Arriba España! ¡Viva Franco! ¡Bien! ¡Bien!
Bibliografía:
El Teatro español sobre apropiación de menores. La puesta en escena como espacio de identidad y memoria.
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